sábado, 18 de agosto de 2007

Caminos de Badiraguato


Desde el Trigo hasta los Ojitos, supervisando trabajos de construcción de escuelas, al pasar por Santiago De Los Caballeros sale corriendo de una casa y en dirección del camino, una joven que nos hace el alto, a la vez que grita con voz chillona:

• “ ¡ raite a Badiraguato...! “

La mujer, chaparra, de piel blanca, pelo largo y negro, ojos elocuentes, vestido hasta la rodilla ligeramente ajustado, blusa sutilmente escotada, llevaba en una mano una enorme piel de víbora de cascabel y en la otra un cartón. Decidimos darle raite, no sin antes averiguar que la piel no traía víbora, y que en el cartón solo había pan de vieja y empanadas muy propias de ellas, es decir de calabaza con... piloncillo. Aún cuando veníamos tres en cabina, resolvimos el asunto del acomodo sin que nadie se fuera para atrás, lo cual lo facilitó la natural disposición de la raitera, y el espontáneo comedimiento que en situaciones como esta brota en nosotros los varones.

Ya acomodados, la mujer mostró ser tan pintorescamente parlanchina que nos relató las confidencias de su vida en el trayecto de Santiago de los Caballeros a Badiraguato.

“-Me llamo María, - nos dice a modo de presentación – y mi apá es pariente del chapo C., y ahora que lo mataron no debieron sepultarlo en Culiacán, sino que aquí, de donde es él... - Y levanta la mano, señalando con el índice hacia la montaña en donde altísimos sobresalen, imponentes e impresionantes, los mausoleos del panteón de Santiago de los caballeros, que caracterizan y recuerdan el modo como vivieron muchos de los que aquí nacieron -; El que iba con el chapo – continuó la María -, el onofre, recién cumplidita los quince, me quiso robar a la juerza; no se “l’izo” porque se le adelantó el Pacío L. quien con dos mas, de un baile, me agarró de la mano y jaloneándome me subió a una camioneta y no pararon hasta llegar a Tierra Blanca, a un hotel que esta juntito al río ... Ya dentro del cuarto – siguió contando la María – le pedí permiso al Pacío p’a ir al baño, con la esperanza de hallarme una rendija y jullírmele , pero nada; a luego me dije:

“ Los baños del rancho no son como los de la “ciudá...” amiedada, miando como tantarrea, me atoché en el baño a llorar..... y a esperar; alueguito, ¿ qué creen que me gritó el desbozalado aquel?

- ¡ María, vas a ver ca ...; o te vienes a la cama por la buena o rompo (antes de romper lo que pienso que todavía no tienes rompido), la puerta a balazos! “

Los truenos de aquel galillo, hicieron que contra mi voluntad me agarrara una tembladera y más se me aguadiaron las corvas, cuando oí el cerrojo de su pistola. “Tonces” pensé y recuerdo todavía muy bien el pienso que tuve:


“ ¡ Está duro que se la roben a una a la juerza, pero más pior que este bruto me vaya a descerrajar un tiro, recién cumplida los quince y más pior aún, sin todavía haberme juntado con alguien! “.

“Yo comprobé, pues, que el miedo no anda en burro, pero entendí también que vuelve prácticos a los cristianos, “pos” muy aprontada, aluego me dije:

“Mira María, si de todos modos va a pasar, “pos” procura que pase bien ”. Y voluntariosa a que pasara bien, que me voy p’a la cama, en donde ya bichi, como un ejote, desesperado, estaba el pacío...”

Y con un tono lleno de melancolía, emocionada por los recuerdos añadió la María:

“¡ Y vieran que como le agarré cariño al Pacío! ; ¡es un hombre al que nunca he podido olvidar...! ”.

Al oír esta exclamación de la María, regocijados, nos miramos y en cada uno de nosotros había un brillo en los ojos y un esbozo de sonrisa, consecuencia de reflexionar sobre las situaciones tan paradójicas, pero sin embargo tan propias, de los vaivenes de las naturalezas femeninas. Después de un prolongado silencio, que aprovechamos para complacer la vista en los altos cerros, o en ver serpentear, allá en lo profundo, las aguas del arroyo, le preguntamos a la María sobre el paradero del Pacío y respondió:

- “ Mi apá me quitó de con él, aprovechando que andaba volando p’a Ojinaga; ahora caigo que no debí hacerle caso, pero cuando una es joven, todo se le hace fácil, piensa que todo lo puede reponer; ya no me ha buscado, mas que p’a pedirme el plebe que me panzoneó, ya que dijo que el le iba a dar escuela; Así me lo pidió y pues ... yo se lo di.”

Hizo otra pausa la María para luego proseguir:

-“ Ya estando otra vez con mi apá, me encontré con el Onofre y alueguito me dijo:

_”Sigues estando plebita, María, pero con la vereda andada, vente, te invito conmigo, a divertirnos un rato... ”

Hacía tiempo que me había dejado el Pacío y al oír las palabras del Onofre, sentí que un váguido me cosquilleaba del ombligo pa’bajo y en esta vez no fue a la juerza, sino que por mi meritito gusto, muy aprontada, me ajilé con el Onofre. Hizo una breve pausa la María, nos miró con ojos refulgentes por la evocación de sus recuerdos y después con una sonrisa rebosante de picardía, nos dijo:

-¡“ Y vieran que como le agarré cariño al Onofre! ; ¡Es un hombre al que nunca he podido olvidar...” ¡

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